domingo, 9 de junio de 2013

Amor de dragones

Fui testigo de una pasión. En mí fueron depositadas las confesiones de dos corazones y sus amoríos. 

Ambos llenos de júbilo mutuo y correspondencias. Se entregaron y dedicaron el uno al otro sin peros ni reparos desde que se conocieron. Habían vivido hasta el momento el uno para el otro y solo lo supieron hasta entonces...

Pero como todo, esto tomó su tiempo.

Tuvieron que vivir otros conatos de amores, que con la inocencia de la impaciencia, creyeron fuertes y eternos. Lágrimas y esperanzas quebradas fueron parte del precio (unas veces causadas por ellos mismos a otros; unas veces causadas por otros a ellos mismos). Sonrisas y momentos sinceros pagaron el resto (mucho menos frecuentes, pero estos tienen un mayor precio).

Estando en la misma balanza, se cruzaron muchas veces de extremos. Cuando él estuvo bien, ella no. Cuando ella logró estabilizarse, el lado de él cayó. Solos por su cuenta unas veces; en otras, uno sí y el otro no, en otras tantas al tiempo emparejados. En fin... balanzas de la misma balanza.

Traspiés tras traspiés dejaron atrás, para encontrarse en el mismo camino. Dicho camino lo hallaron cuando creyeron que les restaba el último tramo de sus solitarios senderos. Cada uno estaba resignado a completarlo solo.

Fue justo en ese punto que se vieron. Sus sendas fueron entonces paralelas y cercanas, tanto, que estiraron sus brazos y sus dedos, y caminaron hacia el mismo horizonte, tomados de la mano.

Sí. Era el último tramo. No restaba mucho, pues a ambos ancianos les faltaba poco por llegar; pero el tiempo que tuvieron fue perfecto:

Para sentirse toda una vida acompañados.
Para comprender que lo que experimentaron fue lo que los llevó a su encuentro.
Para que todos sus sentimientos por los otros fueran ciertos.
Para que el amanecer y el ocaso de sus vidas tuvieran nuevamente sentido.

Soy joven y relato las palabras de ambos abuelos, no obstante no las he podido comprender. Les insistí en que me ayudaran pero solo me dijeron: "No te afanes que cuando te enamores, lo sabrás" Fue lo último que me dijeron. 

Hasta ahora dos cosas no he podido lograr: comprender el amor y esta historia, y dejar mi afán de quererme enamorar.