sábado, 15 de febrero de 2014

Nada


Hoy te quiero lejos de mí, lejos de aquí, lejos... muy lejos.

Me dueles en el cuerpo, en el pensamiento, en el alma.

Me quiebro con solo tu estela, porque ni siquiera estás, tan solo pasas y te vas... Te vas, pero no de mí.

Vete. Lárgate. Déjame.

Me amargas y me amargo, porque lo permito.
Dejo que inocentemente me hagas pedazos.
Sin que lo sepas, me vuelves una piltrafa.

Soy el "sin esperanzas".

¿Por qué lo haces?
¿No te das cuenta de tu poderoso efecto?
¿No eres consciente de ti? ¿De mí?

No respondas, porque sé que no lo sabes.
No digas nada, porque cualquier respuesta, igual me lastimará.

A la mierda mi cabeza, mi corazón, mis ojos, mis manos.
A la mierda todo yo.

¿Cómo salir de esta puta cárcel que yo mismo he construido contigo?
No soy capaz de romper ningún barrote, porque cada uno me recuerda a ti.
Las paredes están escritas con tu nombre y tus palabras.
Estoy encerrado en la idea de ti.

Irónico. 
Estar preso sin haber cometido algún delito, sin ser inocente tampoco y sin la existencia de una condena.
No eres verdugo. No soy víctima. 
No soy verdugo. No eres víctima.

Eres nada. Soy nada.

NADA.

Ahí está el puto problema. 

No hay nada.
No somos nada...

NADA.

...

Terminó de leer la carta, la dobló amorosamente, y finalmente la quemó. Mientras las llamas consumían el papel, no pudo evitar sonreír con nostalgia. La vieja carta que nunca fue entregada era un vestigio de su desamor adolescente.

Alzó sus manos y dejó que el viento se llevara las cenizas de sus palabras...