Hoy el dragón y el humano me han cedido este espacio.
¡GRACIAS! Y se las digo a más de 50 chiquitines* que hoy me dieron los grandes regalos de un abrazo juguetón y sincero, de una sonrisa espontánea y despreocupada.
Pero esos abrazos y sonrisas van más allá. Son una gran enseñanza.
Hoy me di cuenta más que nunca, que de niños somos seres sabios**, porque nos entregamos al momento sin peros ni reparos; porque nos damos a los demás, y aún siendo desconocidos, confiamos; porque somos honestos con nuestros sentimientos y no nos cuesta manifestarlo; porque apreciamos el cariño y la compañía de los seres humanos; porque vivimos... simplemente vivimos.
Me enseñaron que las cosas tienen sentido cuando hay un otro. Cuando nos vemos a nosotros mismos en los otros.
Aprendí lo que he venido aprendiendo y que seguiré aprendiendo, y es a servir; a dejar de pensar tanto en mí, a no sentir que soy un individuo; a aceptar que la vida tiene sentido cuando reconozco que yo soy los demás; a que no soy uno; a que soy todos.
Hoy no vi niños. Hoy vi seres humanos y los valoré como tal. Dejé a un lado mi posición de adulto que "sabe de la vida" y abrí mi corazón a quienes sí saben vivir.
Con lágrimas escribo, porque la experiencia fue profunda; felizmente, muy profunda.
¡GRACIAS!
* Niños de tres a nueve años, sin protección familiar, pertenecientes a una fundación.
** ¿Qué pasa con esa sabiduría? Será tema de otro escrito.