viernes, 31 de mayo de 2013

Cacería

Después de haber asumido una forma humana sencilla y común, caminé por las calles camuflado entre las luces y la penumbra de la noche citadina.

Paso a paso me propuse cazar una mirada. Fuera la de un hombre, fuera de la una mujer. Una mirada. Sin embargo, si ante mis presas naturales soy el más diestro depredador, fui el más impotente para la atención humana. Caminé invisible gracias las preocupaciones de la gente y el transitar de artificios que los hombres consideran reales (pero son artificios). 

Los ojos de la gente fueron todo el tiempo esquivos. Algunos me vieron, pero con el mismo parpadeo huyeron de la cetrería. Hubo unos muy pocos que los creí encontrados con los mios, pero, curiosamente fueron ilusiones ópticas. No era yo el punto de su mirada. Era más una transparencia que distorsionaba de alguna forma su visión cegada.

Después de intentarlo muchas veces, desistí con cierta frustración. ¿Era insignificante mi presencia como para no lograr fugazmente un interés? Luego entendí...

No pude evitar pensar en los hombres que en ciertas oportunidades quieren ser vistos por el solo hecho de ser vistos, sin tener que acudir a acciones provocadoras de atención.

Caminar entre calles y tumultos podría ser un momento de compañías pasajeras, en donde la empatía pululara en el aire y los hombres se sintieran un solo humano; pero por lo que vi, esas miradas caminan absortas en pensamientos, preocupaciones, sueños, rutinas y deseos; es una gran mayoría ensimismada en la misma visión de individualidad, equiparable a una sensación de soledad.

Hoy no vi alegrías ni agradecimientos por la vida y la existencia misma, por el simple reconocimiento de los otros como seres de ese universo que a todos nos mira. 

Caza infructuosa. 

lunes, 13 de mayo de 2013

Vuelo

Respiro.

Mi cuerpo viaja a donde mi mente me lleva. Surco el aire a toda velocidad mientras mis sentidos se condensan en un aparente vacío, llenos de energía, delirio y fuerza, vibrando en una marea de sensaciones que me dominan; es mi vuelo.

Abajo la naturaleza pierde su forma estática y corre tras de mí; en el frente el paisaje está expectante y presto a mi fugaz pasada.

Vuelo, vuelo, vuelo como si eternamente lo hubiese hecho. No tengo un límite, o bueno sí lo tengo: el firmamento.

Las nubes, tan mullidas desde tierra, son gotas invisibles de agua, que en nada se parecen al algodón, blando y seco del cielo; rasgan con frío trémolo la piel de mi rostro, de mis manos, de todo el cuerpo. Me congelo, pero no.

¡Puffffffffff¡ Indescriptibles percepciones. El mundo no está quieto. Me gusta, me gusta; me gusto. Yo, el viento, el vacío inexistente; todo tiene vida, todo tiene movimiento, todo vibra antes de mi paso, con mi paso y mi estela de éxtasis.

Respiro.