- Tu nombre es Jaula. Eso eres y serás.
Tus barrotes son invisibles pero no hay quien no pueda verlos; a través de esos hierros sacamos nuestras manos atadas y atisbamos la sensación de cualquier viento pasajero, pero el sentimiento es un simple espejismo, es un anhelo de estar por fuera de ti aunque sea por momentos.
Vueltas y vueltas damos en tu encierro, a pesar de que los caminos que trazamos nos parecen nuevos toda vez que los recorremos; perdemos a ratos nuestra sombra, pero siempre vemos las de los demás reos. Por eso nos burlamos de ellos. Es, tal vez, una manera de sobrellevar el duro aprisionamiento. Jaula, a la larga en ti todos somos el mismo preso.
Maldita. Tienes el poder del sortilegio; nos creemos contentos entre más y más barrotes tenemos. Nos declaramos tan culpables como inocentes de este absurdo encierro. En ti perdemos el sentido del tiempo: los ayeres son hoy y mañanas, y por tu culpa seguimos invirtiendo los momentos.
Déjanos sentirnos libres, prisión de humanos pensamientos. ¿Acaso debemos morir en el intento de librarnos de tu yugo absurdo para poder verdaderamente serlo?
- Estás confundido, hombre. No soy, ni hago lo que dices. Has sido tu propio juez y me asumiste como tu castigo.
Creiste venir a mí y en mí vivir una condena, pero no me has encontrado siquiera, porque el que está en mí realmente, siente que soy el liberador de sus penas y cadenas.
No soy y no seré jaula, porque ese no es mi ser. Mi verdadero nombre es Amor.
- Estás confundido, hombre. No soy, ni hago lo que dices. Has sido tu propio juez y me asumiste como tu castigo.
Creiste venir a mí y en mí vivir una condena, pero no me has encontrado siquiera, porque el que está en mí realmente, siente que soy el liberador de sus penas y cadenas.
No soy y no seré jaula, porque ese no es mi ser. Mi verdadero nombre es Amor.