miércoles, 20 de mayo de 2020

Remembranzas

El otro día te vi. Estabas escondida entre mis recuerdos. Creíste que no me iba a dar cuenta de tus pasos sigilosos y rápidos, buscando recovecos para ocultarte y estar como si nunca te hubieses presentado de nuevo aquí.

Yo me hice el tonto e hice como si no te hubiera visto. No quería que fueras a darte cuenta y así evitar que desaparecieras asustada y avergonzada por pillarte husmeando por aquí.

De reojo y expectante seguí tu recorrido, atento a los sitios donde pretendiste esconderte. Sonreí secretamente de verte juguetona con mis remembranzas. Incluso me dio ternura cuando tropezaste con alguno de los tantos momentos regados de los dos. Tu cara de susto cuando no podías poner de nuevo en su lugar las palabras que me dijiste en aquella oportunidad que nos conocimos, fue lo mejor, consciente de que son piezas supremamente delicadas en la colección de reliquias que tengo de ti.

También te cuento que tuve que hacer un gran esfuerzo por no correr en pos tuya y tu rostro de tristeza, cuando diste con los sueños rotos. No sé qué te conmovió más: si el verlos todos juntos, o encontrarte con los remiendos y retazos que burdamente traté de pegar para recomponerlos.

Finalmente, vi cuando te volviste a ir. Sentí el impulso de alcanzarte, pero me contuve. Quedé inmóvil, impotente y frustrado, tal como sucedió aquella vez. Respeté tu partida y de nuevo, no me fui tras de ti.

Desde entonces me he cuestionado y hoy lo vuelvo a hacer: ¿Debí detenerte? ¿Tenía alguna forma de contenerte? ¿Aun existe alguna manera de retenerte?

Tal vez no.

En aquel entonces fue imposible evitar tu muerte y tengo claro que ese fantasma tuyo del otro día, tampoco me permitirá tenerte.