miércoles, 21 de agosto de 2013

Epístola a una mujer


Querida...


...Me encantó iniciar esta carta así, verbalizando en una palabra lo que eres para mí. Te quiero.

Ahora que lo pienso y lo siento, ella te condensa y me concluye. Es en resumidas cuentas una voz que nos une.

Qué bonito es decirlo todo así, con el mínimo de palabras, pero con la inmensa extensión de un profundo sentimiento; con un significado desnudo y diáfano, diciendo lo que en verdad se quiere decir.

Léela, pronúnciala, repítela en voz alta; haz un silencio; afina tu oído y deja que te envuelva y te acaricie; pues esa palabra está en mi boca, en mis manos, en mis brazos. Soy yo por ti.

La digo, la grito, la expreso, y mientras la escribo, sonrío de gusto y lleno de contento, porque eso eres tú en mí. 

Hoy no hay más palabras, pues las demás son innecesarias en este papel (por hoy). Por eso, creo que dejaré esta carta así: tú como inicio y tú como fin...


... querida.



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