lunes, 18 de mayo de 2009

Manuscrito dracónico

Tomado del octavo pergamino, de un manuscrito dracónico:

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Llevaba bastante tiempo contemplándoles desde mi montaña. Aún no he podido entender la naturaleza de tal admiración siendo que no pertenecen a mis semejantes. No existe otra manera de calificar esto, sino como un absurdo.

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Casi me atrapan. Hoy las ganas me pudieron y me dejé ver. Estúpido. Todo mi vuelo me lo he venido repitiendo. Estúpido. ¿Cómo fui tan descuidado? Ahora ya advirtieron mi presencia. Estúpido.

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Creí que yo era quien debía temer, pero parece ser todo lo contrario. Me ven y huyen despavoridos. No sé con quién o con qué me confunden, pero por la expresión de sus rostros, de sus ojos, el temblor de sus cuerpos, la manera como respiran, agitada, casi en asfixia, me dejan entrever que soy la suma de sus miedos. Sé que mi tamaño y mi apariencia los debe impresionar, mas no debería ser para tanto.

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Mi escondite dejó de ser escondite para convertirse en algo más extraño. Vacío estuvo. Ahora es un deposito de cuánta cosa se les ocurre traer. Es divertido verlos correr tan pronto como me asomo. Por poco y tiran los brillantes objetos. Espero que, un día de estos no terminen rompiendo lo que parece ser tan valioso para ellos. A ratos pienso que son regalos para mí, pero luego me río de la ilógica conclusión.

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Ya me estaba acostumbrando al nuevo color de mi recinto, sobretodo al entrar la luz del sol y que ésta se refleja en todos los rincones, por efecto de "mis" regalos, cuando Ella se quedó. No se fue como los otros. No. Ella se quedó.


Fin del octavo pergamino.

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