Dedicarte canciones: imaginando la escena en donde las disfrutas, las cantas o tarareas a viva voz y te mueves libremente con ellas; en donde las bailo contigo; en donde las conversamos en sus significados tanto a profundidad como en su trivialidad; en donde nos quedamos en silencio, bien sea pensativos por nuestras propias experiencias previas, o porque simplemente evitamos cualquier interrupción o ruido.
Dedicarte caricias: aquellas en donde mi propio cuerpo
adquiere control autónomo para rozar y besar tu entera anatomía; aquellas en
donde mis manos reconocen tus pliegues, siluetas y formas perfectamente imperfectas; aquellas donde
compartimos calidez y cosquilleos y picardías; aquellas donde aliviamos quejas, cansancios y tensiones acumuladas, a causa del
trajín de cada día; aquellas donde nos regalamos el placer del mutuo y agradecido
sexo.
Dedicarte momentos: abrazados sin tiempo; trenzadas manos, miradas y carcajadas; caminando, por calles, parques, montañas, ríos o playas, al mismo paso unas veces y otras marchando detrás; corriendo, evadiendo, alcanzando y jugueteando sin más; conmovidos, velantes y acompañantes el uno con el otro, porque tenemos heridas y malestares del alma, pero con la sola presencia mutua, los hacemos llevaderos y transitorios.
Dedicarte pensamientos: porque a veces estoy de acuerdo y en desacuerdo contigo; porque me gusta algo que dices, haces y cambias, y porque me incomoda algo que dejas de hacer, ignoras y callas; porque estás de acuerdo y en desacuerdo conmigo; porque me aceptas y así mismo te acepto; porque nos reconocemos como seres imperfectos, diferentes y cambiantes; porque tenemos pensamientos propios y compartidos.
Dedicarte estas palabras, dejando que el tiempo fluya y se pierda entre la dicha de estar contigo, añorando que todo se postergue y lo efímero del sueño, se suspenda indefinidamente...
Sonrío con tristeza, amargura y melancolía:
aún no existes en mi vida,
para así dedicarte este escrito.
Refrescante en un mundo donde todo es tan inmediato, en el que ya no se contempla, no se imagina la dicha y complicidad. Hermoso escrito... ya quiero leer cuando ya exista.
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