viernes, 11 de noviembre de 2022

Qué difícil es levantarse

Cuando te sobran motivos para no hacerlo.

Cuando tienes la energía apenas suficiente para mandar todo a la mierda y tu motivación se centra en querer hacerlo.

Cuando añoras el silencio del mundo de afuera y de adentro. No quieres oír a nadie, porque quieres silenciar tu propia cantaleta resonante y repetitiva segundo a segundo, respiro a respiro.

Cuando no encuentras ese pensamiento enfocado y claro de días pretéritos, y saltas de idea en idea, sin encontrar atención, reposo y/o regocijo en una sola de ellas, pero a su vez, y de forma paradógica, toda esta confusión y brincos resultan alineados en solo dos sentidos: «todo importa un culo» y «ojalá que algo volviera a importar un culo, por le menos».

Cuando no hay colores, o si los hay, apenas se perciben como gamas opacas o desteñidas, que complementan el cromatismo con la palidez de tu rostro en el espejo; ese espejo que no brilla y que refleja arregañadientes el desordenado entorno a tu alrededor.

 

¡Oh! Es hora de la pastilla... la pastilla que aseguran para atenuar el dolor (pero que solo lo disfraza)... la pastilla que reduce el volumen, en cantidad y en ruido, de pensamientos (pero que superpone otros y termina formando un bullicio de todos con todos)... la pastilla que recupera medianamente algunos colores y brillos, y que ayuda enderezar unas cuantas líneas de la autoimagen (pero que solo maquilla y termina deformando otras figuras del entorno mismo)... la pastilla que sirve para reunir algo de energía y dizque lo levanta a uno, sí o sí.

Ahora el problema es que tengo que levantarme de la cama por la puta pastilla...

1 comentario:

  1. Cuando vivir en automático, cuando todos ven otra cosa, y solo uno entiende su dolor que trasciende a las obligaciones y a lo que toca... para ser funcional en este mundo. El tiempo es lo más preciado y muchas veces solo resistimos un día más.

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